10 abr 2013

Ese pequeño Detalle. Deliverance...


Por  Francisco Javier Jiménez Bautista

La magnífica película Deliverance  (Defensade John Boorman nos dejó una escena memorable en la que uno de los cuatro protagonistas se pone a tocar unos acordes de guitarra y, sorpresa, un muchacho le contesta con un banjo, la escena es una de las más famosas del cine por la espléndida canción y por la cara del muchacho, de aspecto diferente,  en la que se refleja como pocas veces en el cine una felicidad que surge del espectáculo musical que acaba de protagonizar. 
El argumento de la película es muy sencillo, cuatro amigos bajan a un valle para intentar hacer un último viaje en canoa a través de un río que va a desaparecer por un pantano. La aventura de los cuatro amigos se convierte en un infierno para ellos, una lucha para sobrevivir de unos indígenas ávidos de venganza porque los de la ciudad han asesinado a uno de los suyos. Los Apalaches se convierten en un escenario natural de belleza asombrosa. Se puede ver la película como un thriller o como una aventura humana con trascendencia más allá de la mera ficción. Está basada en la novela de James Dickey, de quien se dice que colaboró en el guión, pero no aparece en los créditos. En fin, todo un clásico que denunciaba la desaparición de parajes naturales idílicos arrollados por la mano destructora del hombre.De la película, nos interesa para este blog la escena musical. Un joven, aparentemente impertubable y diferente,  con un oficio al banjo, que dejó para la posteridad un duelo imborrable. En realidad, la canción era un viejo tema de los años 50 de Arthur Smith, titulada Feudin' Banjos, que luego fue revisada para la película Deliverance. El duelo sucede al principio de la película, cuando los cuatro protagonistas adoptan una actitud cosmopolita de superioridad frente a las gentes del campo, cuando alardean de saber todo del campo y de una naturaleza agreste y violenta. Precisamente en ese momento aparece la música, el duelo entre la guitarra y el banjo, entre la ciudad y el campo, entre el joven virtuoso y el guitarrista urbanita conocedor de una tradición.La escena es digna de verse varias veces, no sólo por la fenomenal canción, sino por cómo el muchacho tiene una cara inexpresiva durante casi toda la interpretación, excepto al final, cuando en está plenamente metido en el duelo y se deja llevar por el arte, por la música. Es imposible dejar de ver una segunda vez el espectacular duelo.Pruébalo...


Gracias Fran, por compartir estos "pequeños" detalles con todos nosotros...

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